lunes, 11 de julio de 2016

La Placa de Echenique: misterio so objeto de poder inca

La Placa de Echenique es uno de los símbolos incas más intrigantes y, según aseguran muchos, receptáculo de un inmenso poder. Se considera que es un “canipo” o símbolo solar de los Hanan Cusco (segunda dinastía de los Incas, la cual se inicia con Inca Roca), el cual usaban, portándolo en el pecho. Su leyenda ha trascendido el tiempo, acrecentándose con el paso de los siglos, acumulando infinidad de historias, leyendas y profecías aún por cumplirse.

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Esta placa circular, de oro, con una dimensión de 12, 5 centímetros de radio, y que tiene unas perforaciones que hacen suponer que tenían la finalidad de permitir colgárselo al cuello por medio de sogas o correas, es considerado como el máximo símbolo de poder que sobrevivió a la sed de oro de los conquistadores españoles, y a la vez sería una joya que representaría y concentraría todo el poder de los Incas. Se considera que la hoy llamada “Placa de Echenique” era portada en el pecho por el soberano del Tahuantinsuyo, como símbolo de ser el auténtico “hijo del Sol”.

Primeras referencias de la “Placa de Echenique”

El mundo occidental conoció esta joya –conocida por los incas como “Intip Inti” (“Sol de Soles”)-, por primera vez, con la llegada de los españoles al Cusco, tras la captura y ajusticiamiento de Atahualpa; existen datos, por parte de los cronistas de que, al parecer el último Inca la portaba al ser capturado en Cajamarca, pero su destino a partir de ese punto se desconoce: según los descendientes actuales de los sacerdotes incas con los cuales pude conversar, la joya escapó al destino del rescate de Atahualpa: no llegó a caer en manos de los conquistadores.

Cuando los primeros conquistadores llegaron a la capital del Imperio, encontraron entre los fabulosos tesoros del mítico Koricancha, a la fastuosa réplica del Intip Inti: un inmenso sol de oro macizo, en el testero del templo; los cronistas nos dicen que esa fabulosa réplica le tocó a Mancio Sierra de Leguízamo en el reparto del botín del Cusco; Pizarro mismo dispuso que se le entregara tan magnífica presea. El soldado, jugador empedernido, la perdió en la misma noche, apostándola. No se sabe por qué la recibió. Así mismo se ignora qué pasó con ella: sin duda la fundió el ganador, porque de arte los soldados españoles no entendían absolutamente nada: la ambición los cegaba.

Tampoco hay noticias sobre lo que pasó con las otras efigies que se encontraban en complejo religioso: Mama Killa, la luna; la Ch’aska o las siete cabrillas; el K’uichi o arco del cielo. Acerca de las esculturas de los jardines del templo, de oro y plata macizos, que reproducían a hombres, plantas y animales del Imperio en tamaño natural, sólo se sabe que los cusqueños se los llevaron y los ocultaron en una sola noche cuando vieron el despojo de la ciudad sagrada.

En el interín, los incas pusieron a buen recaudo la poderosa enseña de los Incas, ocultándola –según me cuentan los herederos de los sacerdotes incaicos-, trasladándola de un lado al otro del invadido Imperio, hasta llegar a Vilcabamba, asiento de los últimos herederos sobrevivientes del Inca,… pero ya para ese entonces, los españoles conocían cómo era: a partir de ese momento, y durante toda la época de la conquista y el virreynato -principalmente los denominados “extirpadores de idolatrías”-, buscaron tenazmente hallarla y destruirla, dado que sabían muy bien lo que representaba: el poder de los incas y a la vez, un símbolo reconocido por todos los indios, capaz de unirlos contra los invasores, siguiendo al Inca que la portase. Los españoles la bautizaron entonces como “la custodia profana”.

La codiciada (por los conquistadores), y poderosa joya, fue apenas lucida por los Incas de Vilcabamba, y los españoles no pudieron echarle mano ni siquiera cuando tomaron finalmente Vilcabamba. Así, el Intip Inti no volvió a ser visto hasta que la heredó (y con ella, el título de Inca), José Gabriel de Condorcanqui, Túpac Amaru II, quien decidido a liberar a su pueblo, realizó su primer y muy simbólico acto de rebeldía: como consta en escritos de la época, Túpac Amaru entró a la iglesia del Cuzco, mientras el padre Ortigoza daba la misa, vestido con la vestimenta de Inca, la Mascaypacha en la cabeza y la placa en el pecho. El padre Ortigoza en el sermón dijo escandalizado, que “había alguien entrado a profanar la iglesia, la cual es la casa de Dios, vistiéndose de esa manera, y le pidió a Dios que imponga su mandato ante ese desorden”,… la lucha a muerte estaba a la vuelta de la esquina.

Los indios se sublevaron por miles, siguiendo a Túpac Amaru: llevaba la placa, y por lo tanto ERA el Inca. Logró grandes victorias y estuvo a punto de recuperar la capital del Imperio, pero un fatal vaticinio se hizo realidad: un sacerdote inca le había advertido de un presagio emanado de las “huacas”; el augur le dijo a Túpac Amaru que se cuide de no dejar caer el disco de oro en forma de sol que portaba, sobre el lago sagrado, ya que si eso pasaba, Túpac Amaru moriría y la luz de los incas desaparecería, para a alumbrar de nuevo, hasta después de 200 años.

Escapando tras el desastre de Tinta, los españoles le sorprendieron en la noche; Túpac Amaru pudo huir, pero cuando cruzó el lago sagrado se le cayó el disco de oro que colgaba de su cuello, siendo apresado en Tananico.

La ejecución de Túpac Amaru fue particularmente brutal para él y su familia: fue obligado a presenciar el asesinato de toda su familia, hasta la cuarta generación, y finalmente desmembrado. Del disco de oro, nada se supo: según los testimonios que recogí, y que han sido trasmitidas oralmente hasta nuestros días, el Intip Inti fue custodiada celosamente, trasladada por todo el ande, sin quedarse dos días seguidos en el mismo lugar, y es que los españoles aún ansiaban destruirla. Así, la “custodia profana” fue ocultada, aguardando tiempos mejores.

Del suplicio del considerado último de los Incas, un mito profundamente arraigado: el de “Inkarry”, el cual está al parecer vinculado con el Intip Inti.

Aparece oficialmente la “Placa de Echenique”

El Intip Inti se pierde en la historia hasta 1863; según Clemente R. Markham, entonces le fue obsequiado, en la ciudad del Cusco, al Presidente de la República, General Rufino Echenique, por un desconocido descendiente de los incas, cuyo nombre se desconoce por completo: desde ese instante, se le conoce con su nombre actual.

Según los descendientes de los sacerdotes incas, la joya no fue entregada al Presidente Echenique como un regalo: el deseo de los protectores de la joya era, al considerar ya pasada la agitación política de las guerras de independencia y las guerras intestinas en el Perú, que era hora que la nueva nación y sus gobernantes, tuviesen en su poder, toda la infinita fuerza del Imperio, contenida en el placa,… lamentablemente, Echenique no entendió la trascendencia del símbolo, ni su poder, por lo que sólo la conservó como una simple curiosidad histórica, legándola posteriormente a la nación, encontrándose actualmente en una vitrina, en el Museo de la Nación.

Lo que dicen los arqueólogos

Las posturas de los arqueólogos que han estudiado la joya, son muy diversos: el eminente arqueólogo y antropólogo Samuel K. Lothrop, amigo y biógrafo de Julio C. Tello, concluye que es de origen chavinoide-tiahuanacoide, en su acucioso estudio de 1937. Historiadores más recientes, como José Fellman Velarde, la consideran típicamente aymara y tiahuanaco, mientras que una tercera postura, la considera indiscutiblemente de origen cusqueño y probablemente anterior a la llegada de los incas al Cusco.

Según algunos investigadores, su iconografía está también representada -a escala-, en las ruinas de Sacqsayhuamán y de Muyucmarca.

El poder de la “Placa de Echenique”: ¿existen tres placas?,…

Los investigadores de la Nueva Era, son hoy por hoy los únicos que han dedicado más tiempo a tratar de desentrañar el significado de sus símbolos: se puede ver en posición central la faz de Viracocha junto a los símbolos del Kalipacha (presente), del Uhupacha (pasado) y del Huananpacha (futuro), en evidente conjunción geométrica y bordeado por el conjunto completo de las fases cosmo-rituales que, en cierto modo, representa un calendario agrícola. Recordemos que esta misma disposición en la representación es pasible de utilizarse bajo diversas aplicaciones simbólicas como en el caso de los "tres mundos tradicionales" o la denominada “cosmología de los tres mundos”.

"Pasado-presente-futuro" dicha "conjunción geométrica" se refiere a esa "coexistencia", y que sugiere, por un lado a la disposición orientada del transcurrir o del "fluir de las cosas" como una "imagen móvil de la eternidad", y por el otro lado, a la analogía universal que sintetiza a toda indefinitud, lo cual se corresponde con la noción del "tiempo inmóvil": una orientación física, real y simbólica, hacia una imagen del centro supremo. Hacia donde todo lo manifestado debe necesariamente converger

Algunos investigadores han asegurado que en el reverso se encuentra grabado el Candelabro de Paracas, pero debido a que es una joya de incalculable valor histórico (y por ende, no se permite su manipulación más que por unos pocos), no ha sido posible confirmar este hecho.

En todos los casos, tanto los inclinados a desentrañar los enigmas del pasado, como incluso los que buscan rastros de visitas extraterrestres, la placa a parecer muestra un calendario incásico, el cual apunta hacia a una fecha por algunos anhelada, y por otros temida: el fatídico año 2012.

Ninguno de estos investigadores de nuevo cuño, niegan un aspecto de la “Placa Echenique”: posee una orientación e intención sobrenatural, respecto de sí misma, habiendo sido creada para dar un marco metafísico, que ha servido de guía al hombre andino, en lo individual, social y ritual.

Aquí surge la “otra historia” de esta joya: su vínculo con el mito de “Inkarry”: este mito post-hispánico, ha sido legado por tradición oral desde hace siglos, gracias a los Yachachiq (“trasmisores de conocimiento”); recogido en 1955, entre la comunidad indígena de Q’ero, en Paucartambo, Cusco, por una expedición etnológica. Se han obtenido hasta 15 versiones distintas (incluso una, entre los Asháninkas de la selva peruana), pero todas ellas muy similares: hablan acerca del Dios “Inkarri” (contracción de “Inka Rey”), el creador de todo lo que existe y supremo padre de los Incas; al llegar los españoles al Perú, Inkarri fue apresado con engaños por “Españarri” (a su vez contracción de "España Rey", es decir el Rey de España, pero no solo él sino que simbólicamente con él, la civilización occidental cristiana) Españarri martirizó y dio muerte a Inkarri, desmembrándolo, y dispersó sus miembros por los cuatro lados que conformaron el Tawantinsuyo, y enterró su cabeza en el Cusco. Sin embargo, esta cabeza está viva y se está regenerando en secreto el cuerpo de Inkarri, reuniendo sus partes. Cuando se reconstituya el cuerpo de Inkarri, éste volverá, derrotará a los españoles y restaurará el Tawantinsuyo y el orden del mundo quebrado por la invasión española. Otras versiones del mito, con matices cristianos evidentes, dicen que cuando regrese Inkarri será el fin del mundo y el juicio final. Otras versiones hablan de que su cabeza está “prisionera en España”. Este mito mesiánico se relaciona con el apresamiento y la muerte de Atahualpa, y con el ajusticiamiento de Túpac Amaru.

¿Qué tiene que ver este mito con la “Placa de Echenique”?, en la información que pude recabar con algunos Alto-Misayocs (Sumos Sacerdotes herederos de los incas), el mito se referiría –cuando habla de “la cabeza de Inkarri”-, al Intip Inti, y cuando se refiere a que está prisionera “en España”, no se refiere a la nación, sino que es una forma de referirse al extranjero: algunas personas piensan que la “Placa Echenique” en exhibición en el Museo de la Nación, no sería el auténtico Intip Inti; algunos estudiosos consideran que la auténtica sería el denominado “Disco Oberti”. Otros aseguran que, el auténtico poder de los incas se halla ahora, en unaa caja fuerte del Museo de las Culturas Indias de Nueva York. No se exhibe al público y se encuentra -según me informaron-, fuertemente custodiada. ¿Será posible que El Poder de los Incas, esté “secuestrado” por los Estados Unidos?

Asimismo, me informaron que, parte del “cuerpo” de Inkarri, son otros dos poderosísimos objetos de poder Inca: el denominado “Ídolo Punchao”, el cual sería una escultura de oro macizo, que guarda el polvo de los corazones de los Incas que gobernaron el Imperio (el cual no llegó a caer en manos de los españoles, a pesar de que los cronistas aseguran lo contrario), y el cual se halla con paradero desconocido. El otro “objeto de poder” es también un ídolo, del cual los herederos de los incas no refieren ni siquiera su nombre, y el cual vaga secretamente por los andes, siendo reverenciado una vez al año en un pueblo distinto cada vez; la locación del lugar -en el cual se reviven antiguos ritos mágicos incas-, solo es conocido por unos pocos,… y absolutamente prohibido de ser vistos (los ritos y el ídolo), por hombre blanco alguno.

Finalmente me aseguraron que, sea que la “Placa Echenique” sea el auténtico Intip Inti o no, es imposible que su poder caiga en manos de ambiciosos de poder u oportunistas: el “Sol de Soles” espera a una persona en particular; desde hace décadas, circula en el sur del Perú, el vaticinio anunciado por los Alto-Misayocs, de que “muy pronto surgirá un líder, en el sur del Perú, que restablecerá el poderío de los incas”. Asimismo, me aseguraron que ninguno de los que hoy ambicionan la Presidencia, es ese anhelado personaje.

Experiencia personal

Para finalizar este tema, contaré una historia personal: hace unos 10 años, cuando empecé a investigar el tema, le mostré a una psíquica, no nacida en el Perú, una imagen de la “Placa de Echenique”, pidiéndole que utilizara sus cualidades para recabar información. Ella no sabía nada acerca de la historia de este símbolo, pero su reacción y la información que obtuvo, fue muy reveladora: apenas soportó la fotografía en sus manos por unos minutos, para luego decirme:

“Es un objeto MUY poderoso: es como,.. un Ying-Yang,…pero más potente. Lo positivo y lo negativo están en esta imagen. Por un instante vi, ciudades de piedra, oro, murallas muy altas,… una laguna,… un templo y Sacsayhuamán” (curiosamente, recién hace unos años, los arqueólogos han revelado que en Sacsayhuamán existió un templo y lagunas en ese preciso lugar) Cuando le pedí que psicometrizara de nuevo con la fotografía, se negó de plano: sentía que no debía hacerlo,… y a la vez, temía por el infinito poder que sintió al intentarlo.

Reynaldo Silva Salas

Visto en: Crónicas de Mundos Ocultos

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